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Salud

Nueve mitos sobre las formas de adelgazar

Un libro revela las mentiras que cuentan tanto las empresas que elaboran complementos alimenticios contra la obesidad como los falsos nutricionistas que escriben sobre el tema.

Antes, cuando alguien me preguntaba «cómo lo haces para estar delgado dedicándote a lo que te dedicas», respondía contándole lo que como y lo que me muevo. A partir de ahora, creo que sumaré una nota al margen a mi rollo habitual de «muchos productos frescos y legumbres + casi nada de comida industrial procesada + ir a todas partes andando o en bici siempre que sea posible + sexo frenético 15 veces al día»: la recomendación enfervorecida de Adelgázame, miénteme.

El libro de Juan Revenga, autor del imprescindible blog El Nutricionista de la General, no sólo proporciona excelentes consejos para alimentarse correctamente, sino que es la vacuna perfecta contra una de las pestes de nuestro tiempo: las dietas de moda y los productos mágicos para perder peso. «Todos deberían acabar en la hoguera: hacen más mal que bien», asegura este dietista-nutricionista empeñado en contar la verdad sobre la industria del adelgazamiento, esa que gana millones vendiendo libros, programas o pastillas con la promesa de acabar para siempre con tus michelines.

Como bien dice en el prólogo otro de mis blogueros favoritos, José Manuel López Nicolás,el libro es un puñetazo encima de la mesa contra todas las mentiras que cuentan tanto las empresas que elaboran complementos alimenticios contra la obesidad como los falsos nutricionistas que escriben libros sobre el tema sin ningún rigor científico. Éstos son algunos de los muy extendidos mitos antigrasa que desmonta Revenga.

1) Adelgazar es fácil
O «adelgazar es fácil si sigues mi método y compras la moto que te voy a vender». Revenga te enfrenta a la cruda realidad: perder peso de forma duradera no es imposible, pero sí difícil. «Lo digo porque tengo pruebas; de hecho todos las tenemos», asegura. «De 1980 a 2013 hemos asistido a un incremento del sobrepeso y de la obesidad en el mundo cifrado en el 28% en el caso de los adultos. En el caso de los niños es aun peor, el incremento ha sido del 47% en el mismo periodo. Al mismo tiempo, durante estos años la profusión de dietas, métodos y productos adelgazantes ha ido in crescendo hasta alcanzar el paroxismo. En resumen, más dietas, más remedios milagrosos y también más campañas (inútiles) de las autoridades sanitarias, y el resultado cada vez es peor. Será, digo yo, que adelgazar no es nada fácil. Y por eso también digo que quien así lo afirma, miente como un bellaco o no tiene ni idea de qué va la película».

2) Si un producto adelgazante se vende en la farmacia, algo hará
Las farmacias se han convertido en auténticos bazares del adelgazamiento. ¿Es su oferta más fiable porque se venda allí? La respuesta es un gigantesco no: Revenga cuenta en su libro que estos productos están considerados «suplementos dietéticos», por lo que podrían venderse en un supermercado, una herboristería o en el chino de abajo. «En la cultura general se hace descansar en las farmacias una especie de excelencia en el conocimiento sanitario que a día de hoy está muy alejada de la realidad. En muchas (no todas) se venden productos milagro a mansalva que son ineficaces: homeopatía, productos supuestamente adelgazantes, aromaterapia, etcétera, haciendo una serie de alegaciones totalmente falaces y sin evidencia científica. En mi opinión deberían vender productos seguros con contrastada eficacia. El resto de la mercadería debería irse a otros puntos de venta distintos o mejor aún, directamente a la basura».

3) «A mí me funciona»
El amimefuncionismo es un argumento al que recurren con frecuencia los defensores de la llamada «medicina alternativa», pero que también que sirve para defender los productos y dietas milagro contra la gordura. «En el ascensor de casa la vecina del quinto te dice que a su prima, la de Alicante, le ha ido muy bien para perder peso el tomar, por ejemplo, café verde. Es más, te cuenta que ella misma también lo ha utilizado con buenos resultados y por eso te dice: a-mí-me-funciona», explica Revenga.

Deducir que el café verde u otras mandangas son efectivas porque alguien te cuenta que les ha ido bien es peligroso. «Tal como está recogido Documento de Consenso sobre recomendaciones nutricionales basadas en la evidencia para la prevención y el tratamiento del sobrepeso y la obesidad en adultos, cualquier método inadecuado que prometa adelgazar fácilmente aumenta el riesgo de originar situaciones de desnutrición o déficit de micronutrientes; empeorar el riesgo cardiovascular de los pacientes; favorecer el desarrollo de trastornos de la conducta alimentaria, de enorme gravedad y peor pronóstico que la propia obesidad, o inducir cambios en el metabolismo energético que produzcan estados de ‘resistencia’ a la pérdida de peso». Así que si a la vecina del quinto le ha funcionado, que se la juegue ella.

cafe verde

4) Las dietas de la alcachofa, el té verde, el extracto de judía blanca, el pimiento y el mango son buenas porque son naturales
En palabras de Revenga, son «una sinvergonzonería sin ningún respaldo serio», vendida, eso sí, con un buen diseño y mucha palabrería pseudocientífica. Por increíble que parezca, la dieta de la alcachofa que publicitaban Rociíto, Lola Flores o María José Campanario allá por el Cretácico está viviendo una segunda juventud. «Las dietas pasan de moda y transcurrido un tiempo resucitan. La dieta de la alcachofa se vio eclipsada por la actual corriente hiperproteica que, curiosamente parece que ahora empieza a decaer en cierta medida. Decaimiento que a su vez propicia el resurgimiento de aquellas que quedaron olvidadas tiempo atrás». Según los cálculos de Revenga, la dieta de la alcachofa te sale por unos 86 euros al mes en cápsulas y ampollas: un gran negocio que se aprovecha de la ignorancia de las personas con escasa educación.

5) Los productos ‘sin’ o ‘light’ te ayudan a no engordar
Falso, por una razón muy sencilla: con demasiada frecuencia, estos alimentos industriales «bajos» en algo son «altos» en otro elemento poco saludable. Un producto puede anunciar que no tiene grasa o colesterol, y a la vez incluir sal o azúcar añadido a cascoporro para seguir resultando atractivo al paladar. O al revés: anunciarse con el lema «sin azucar añadido» y estar cargadito de grasas hidrogenadas. «Uno de mis consejos favoritos consiste en recomendar a la gente que no consuma alimentos con medallas que digan en su publicidad o envase lo mucho que tienen de este o aquel nutriente o lo poco que contienen de otros. Al final es una de esas estrategias que utiliza con frecuencia la industria para obnubilar nuestro entendimiento y colárnosla».

6) El ejercicio lo arregla todo
Como cada vez está más demostrada la relación entre el aumento de la obesidad y el consumo de determinados productos (bebidas azucaradas -los mal llamados «refrescos»-, snacks, dulces y demás comida procesada), las grandes empresas que los elaboran han adoptado una nueva estrategia: colgarle el muerto al consumidor, contándole que si engorda es sólo porque lleva una vida sedentaria y no hace ejercicio. «Es la falacia del balance energético como causa última del engordamiento o adelgazamiento, la falacia del ‘libre albedrío», afirma Revenga. «Esta maniobra ha sido capitaneada por Coca-Cola, quien hace más o menos dos años lanzó una campaña con este mensaje como centro: todos los alimentos contribuyen a la obesidad, nuestros productos no lo hacen ni más ni menos, todo depende del consumidor. Es el colmo de la desfachatez».

«Además, esta empresa pretendía proponerse como un aliado frente a la obesidad, y para ello recordaba que dentro del portfolio de la empresa figuraban otras bebidas con edulcorantes acalóricos y demás palabrería barata y buenrollista», prosigue. «A día de hoy muchas otras empresas del sector se han sumado a este mensaje. Sin embargo, tal y como sostiene Margaret Chan, directora general de la OMS: ‘Entre las estrategias de la industria alimentaria destaca también el hacer descansar la responsabilidad de una mala salud en cada persona, individualmente; así como pretender hacer creer que las acciones de los gobiernos por regular estas cuestiones no son otra cosa sino una forma más de interferir en la libertad personal de cada cual y su derecho a elegir libremente”.

sedentarismo

El último responsable de lo que te metes en la boca eres tú (qué gran frase). Pero recuerda que esta industria no te lo va a poner fácil si pretendes no caer en el sobrepeso: te abrasará a publicidad de productos que engordan, intentará colártelos como saludables y encima hará lobby para impedir que las autoridades implanten cualquier normativa que limite sus desmanes. «La industria van a la suya, y eso quiere decir vender más, más y más», denuncia Juan Revenga. «Usa cualquier resorte que siendo legal (aunque a veces ni eso) le conduzca a ese fin con independencia de los efectos colaterales. Con frecuencia utiliza la salud como un reclamo para vender y aumentar sus ingresos de forma absolutamente mezquina. Un ejemplo paradigmático de lo que digo lo tenemos en elbollycao “enriquecido en hierro” que además utiliza el criterio de autoridad para venderse de una “Sociedad Científica”, la SEDCA, cuyo sello aparece en el envase bien visible como para respaldar el producto (“en colaboración con” dice). A este tenor es preciso decir que si así lo hace Panrico (fabricante del bollycao) es porque la SEDCA se deja».

7) Si una dieta viene avalada por un estudio o por un profesional sanitario, te puedes fiar de ella
Muchas soluciones milagro están respaldadas por estudios, habitualmente de universidades remotas, o por médicos o presuntos nutricionistas. Desconfía: por desgracia no faltan los señores con título académico dispuestos a vender su apoyo a cambio de dinero. «Tristemente es así, y no debería extrañarnos demasiado», reflexiona Revenga. «¿Son capaces todos lo policías de adecuarse al arquetipo del ideal policial? ¿Son capaces de así hacerlo los curas, los políticos, los fontaneros, etcétera? No sé por qué loscientíficos iban a ser diferentes. Me resulta duro decir esto, pero opino que todo el mundo tiene un precio y creo que no es especialmente vergonzoso el reconocerlo».

8) Los libros sobre dietas en los que aparece una manzana, una báscula o una cinta métrica en la portada te ayudarán a bajar de peso
Juan Revenga invita a recelar de cualquier de cualquier escrito sobre alimentación, nutrición o dietética que muestre en su portada una manzana, una cinta métrica o una báscula. De hecho, el suyo juega con estos tópicos mostrando una manzana «segmentada, troceada y rodeada de la poco glamurosa suciedad asociada al dinero. «No obstante», puntualiza, hay gloriosas excepciones: vienen a mi cabeza rápidamente No más dieta, el primer libro de Julio Basulto; Lo que la ciencia dice para adelgazar, de Luis Jimenez, o Comer sin miedo de José Miguel Mulet».

9) Contar calorías es la mejor manera de adelgazar
«Es inútil al tiempo que torturador», señala Juan Revenga. Según el nutricionista, las tablas de composición de alimentos (aquellas que nos informan, entre otras cosas, de las calorías de los alimentos) «tienen más fallos que una escopeta de feria». «Al mismo tiempoel cálculo preciso de nuestro gasto calórico se hace forma indirecta a partir de modelos matemáticos que tienen, también, un relativamente amplio margen de error». El recuento calórico no sólo puede dar resultados erróneos, sino que además es un suplicio para el obeso. «Con esta estrategia se llega a despropósitos irracionales cuando, por ejemplo, según los cálculos de nuestro programa de dietas por calorías se sugiere que el paciente tiene que tomar 87 gramos de yogur… entonces ¿qué se hace con los 38 gramos restantes que habitualmente tiene un yogur? Y pesar 112 gramos de huevo, ¿acaso resulta más cómodo? Un sinsentido».

Contar calorías

Fuente: El País

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