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“Mi perfume es la nafta”

Julia Ballario tiene 20 años y una pasión que levanta temperatura: es piloto de Turismo Competición 2000. Reconocida por su profesionalismo, se hizo un lugar en un mundo de hombres.


Es curiosa la manera en que las mujeres elegimos un perfume. Dicen que las notas amaderadas conectan con una personalidad intensa. La frescura cítrica da más casual. Lo frutal, adolescente. Hasta ahí tres lugares comunes de los folletos de fragancias. Julia Ballario, cordobesa (20), se enamoró de un perfume de una forma todavía más rara. Se subió a un auto de carreras y cuando sintió el “olor a nafta, aceite y plástico recalentado” no se bajó más. “Ese es mi perfume preferido”, bromea. Rubia, un metro 75, piernas interminables, y la voz suave de una chica de pueblo, cada 15 días pisa el acelerador a fondo de su 307 y corre para el equipo oficial Peugeot en el TC 2000.

Abajo del auto da modelo. Y si no fuera por el traje antiflama y el casco podría pasar por una promotora más. Lejos de cualquier lugar común su sitio está arriba, entre los caños de la jaula de seguridad del auto. Un asiento bastante menos cómodo que el de un auto de calle, aunque ella no lo cambia por nada: “¿Cómo describirte lo que siento? Es una mezcla de adrenalina, calor, presión y ese olor a carrera que no te sacás de la nariz aunque te bañes una hora seguida”.

De la danza artística al karting

Fue una tarde fresquita de marzo cuando Julia -una nena- sintió esa mezcla de sensaciones por primera vez. “Mi papá y mi tío habían armado un karting y se iban todos los sábados a correr en el autódromo. Y yo pedía, pedía, pedía…” Julia ganó por cansancio. Una mañana, Gustavo, su papá, le dijo que sí. “Pensaba que iba a dar una vuelta y me iba aburrir, como había hecho con la gimnasia artística, las danzas españolas, la equitación, el vóley. Es que no había actividad que me enganchara”. Hasta ese día.

Así fue que Julia, una princesita de siete años, dejó las Barbies y se subió al karting en el autódromo de Marcos Juárez, la ciudad que la vio nacer y crecer entre la escuela, la vuelta al Centro y los boxes… “Me senté, pisé el acelerador a fondo y por primera vez sentí que algo me gustaba de verdad”. La carrera no terminó en el podio. “Entré mal a una curva, seguí derecho y terminé adentro de un paredón”, cuenta. La consecuencia, previsible: Julia estuvo seis meses sin correr. Pero el karting no siguió el mismo destino que la malla de gimnasia y las zapatillas de baile. Volvió a intentarlo. El problema, recuerda, “era que había quedado asustada y andaba despacito”.

A la tercera carrera, su papá le dijo: “O acelerás o abandoná. En el medio no sirve”. Julia pisó el acelerador. Y no se bajó más.

Desde allí, dio todos los pasos que llevan a un puñado de los cientos de chicos que se prueban los fines de semana en el circuito de karting a una pista de automovilismo profesional. Se subió al podio varias veces en los campeonatos junior de karting, siguió con la Fórmula Renault Plus, el Turismo Nacional Clase 2 y el TC Pista Mouras.

Este año le llegó la oportunidad de cumplir con lo que sueña desde que se subió al karting de su papá: correr en el TC 2000. Entró a la categoría a lo grande: en su primera carrera le dio varias vueltas al Obelisco y a la Casa Rosada. Julia debutó en la categoría el 1° de abril en el Callejero de Buenos Aires, una carrera que recorrió el Centro porteño y que, según datos del Gobierno de la Ciudad, convocó a cerca de un millón de personas.

Machismo y caballerosidad
Dice que, en el automovilismo, ser mujer le abre más puertas que las que le cierra. “Es un ambiente machista, claro, pero lleno de caballeros. Todos me respetan y tengo muy buenos amigos en el circuito. Chicos que empezaron con el karting y se hicieron profesionales al mismo tiempo que yo”, asegura.
El profesionalismo de Julia no deja margen para cargadas. “Nunca nadie, ni desde las tribunas, ni desde los talleres, ni desde otro auto, me gritó nada inapropiado”, cuenta y dice que la gente del ambiente se acostumbró a su presencia “distinta” una vez que la empezó a conocer arriba y abajo del auto. Asegura que no es muy diferente en la pista que afuera. Julia va a fondo sin miedos. “Manejo finito y prolijo. Los pilotos tenemos que tomar decisiones en cada minuto. Si tengo que arriesgarme, mido las consecuencias, pero no dudo”, comparte.
Y a 240 kilómetros por hora, la velocidad máxima a la que puede llegar un auto de TC, tomar mal una decisión puede costar la vida. “Tuve muchos accidentes, ninguno demasiado grave, gracias a Dios. Pero una sabe que el peligro está entre las reglas de juego. Todos los deportes tienen sus riesgos. Vos sabés que están allí y los respetás”, cuenta.

Sin novio, pero a dieta
Dice que a su familia le costó al principio pero se acostumbró enseguida. Los Ballario son un clan típico de la pampa cordobesa. De Marcos Juárez de toda la vida, Gustavo trabaja en el campo y Susana, su mamá, es maestra jardinera. Julia es la segunda de tres hermanos. La mayor, de 22 años, vive con ella en Rosario. Al más chico, Agustín, de ocho, le gusta más el fútbol que los fierros. Los cuatro, más sus abuelos y sus tíos dejan todo para verla correr. Todos la ayudan en algo. Su papá colabora en el equipo, su hermana le organiza las cosas. Su mamá cocina para todos. “Sufren un montón, pero están re contentos. Me quieren y saben que es lo que más me gusta hacer en la vida”, dice.
En el pueblo también la siguen. “Ya están acostumbrados. Mis amigas vienen a verme y miran el TC los domingos. Ni que hablar de sus papás y sus hermanos. Todos ya saben que estoy loca por los autos”, lanza. ¿Novio? “Por ahora no. Calculo que para los hombres es difícil estar con una piloto. Tiene que estar bien seguro de mí y de él. Calculá que me paso la mayor parte de la semana rodeada de otros hombres. No pasa nada con ninguno, pero los celos siempre están”.
Y tampoco tiene tanto tiempo. “No son solo los 40 minutos de carrera. La gente piensa que es nada más subirse al auto. Pero los pilotos nos preparamos toda la semana”, detalla. La rutina de Julia incluye un plan de comidas elaborado por una nutricionista. No es una dieta para adelgazar, sino un plan que incluye refuerzos de hidratos y vitaminas para soportar el desgaste de las vueltas de la carrera. Además, seis horas semanales de trabajo de musculación en el gimnasio para poder aguantar el auto. Los circuitos imponen aceleraciones y desaceleraciones bruscas que exigen mucha fuerza de piernas y brazos.

Facultad, boliche, shopping
Julia estudia Diseño Gráfico en Rosario. “Porque algo hay que estudiar, pero mi idea es dedicarme al TC profesionalmente”, remarca por si quedan dudas. Cuando vuelve a Marcos Juárez hace lo que hacen sus amigas. Boliche y shopping, como cualquier chica de su edad. Muere por las zapatillas y los lentes de sol. “Me gusta arreglarme. Combinar la ropa, ir más casual a la facultad y producirme cuando salgo con mis amigas”. Todavía no tuvo tiempo de tunear su 307, pero todos sus autos tuvieron algún detalle personal. “Me gusta que estén prolijos, pero que llamen la atención”.
En la calle y por la ruta 9, que cruza Marcos Juárez, Juliana se sube a un C4. “En realidad, lo comparto con mi hermana”, reconoce. Por raro que parezca, los autos no le interesan demasiado fuera de los autódromos. “Como conductora soy súper respetuosa. Para correr, tengo la pista”. Aprendió a manejar como cualquier hija de vecino. “Me enseñó mi viejo. Andar en karting no tiene nada que ver con la calle”, remarca. Sacó el registro a los 17 en la Municipalidad del pueblo con el Megane de su mamá, igual que su hermana y sus amigas. Se siente una chica más, como cualquier otra. Eso sí, cuando sale a la pista, vuela.