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Boca y River abrirán el primer Torneo Profesional de Fútbol Femenino de la AFA

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En la foto no salieron y casi nadie sabe quiénes son, pero el día de la transformación -este día- las tiene presentes. Se percibe su aura, la potencia de sus luchas, en algún lado del predio de Ezeiza están los goles maravillosos, las patadas para cuidar el resultado, las picardías en el vestuario que empezaron ellas. El primer partido del fútbol jugado por mujeres en la Ciudad de Buenos Aires ocurrió un 12 de octubre de 1923, en la antigua cancha de Boca, ahí donde hoy está asentado el barrio de Catalinas Sur, y las 22 jugadoras -las de los equipos Argentinas y Cosmopolitas– fueron las que empezaron a escribir esto que se concretó aquí.

El fútbol femenino es profesional desde que ayer se lanzó oficialmente el torneo que organiza la AFA, pero sobre todo desde que se sabe que a partir del primer minuto del primer partido que se jugará este 21 de septiembre próximo, por primera vez en la historia de la Argentina, las mujeres futbolistas serán consideradas como trabajadoras.

Macarena Sánchez dice que la bronca es su motor. Hoy tiene 27 años y está como si no tuviera nada que ver con esto que sucede. Fue la abanderada de esta conquista que raja la tierra, que rompe estructuras añejas. Cuenta que estos días, cuando reflexionó sobre este hito, se acordó de cuando era chica, de las veces que le dijeron «machona», de la exclusión y la discriminación que vivió de parte de técnicos, de los clubes, de la propia sociedad. “Estamos intentando que las próximas generaciones no tengan que vivir todo eso”, dice, serena.

La bronca es su motor y eso que no sabe que después de aquel primer partido de 1923 las futbolistas se quedaron en la cancha para agarrarse a trompadas con el hombre que había organizado el partido, y que pretendía quedarse con todo el dinero de la recaudación, sin contemplarlas a ellas. Hasta aquí, la historia del fútbol femenino en el país fue eso: cientos, miles, quizá millones de memorias que pretendieron borrar. Quisieron dejarlas invisibles. Aniquilarlas del relato. Ocultarlas. “¿Mujeres que juegan al fútbol? ¿Quiénes son? Nadie las conoce”, les dijeron.

Fueron ingenuos. No contemplaron que el enojo acumulado cocina revoluciones. La opresión juntó a la causa. ¿Habrá sido la bronca el motor también de las que patearon en espacios públicos en La Plata en la década del ‘50 para seguir escribiendo esta historia? ¿O de las que jugaron el Mundial en 1971, le ganaron a Inglaterra en el estadio Azteca y estuvieron medio siglo en el olvido? Las grandes transformaciones tienen historias detrás. El semiprofesionalismo (llamemoslo así porque habrá contratos para algunas jugadoras pero no para todas) se logró por un caudal de luchas. Ahí figuran también las de las jugadoras de los ‘80, los ‘90 y los 2000, que enfrentaron prejuicios y violencias. Que usaron la ropa que descartaban los varones, que pusieron dinero de su bolsillo para pagar ambulancias y policías para que los partidos pudieran desarrollarse. Que se entrenaron a oscuras y en parques porque hubo clubes que les negaron derechos elementales.

El motor es la bronca de las miles de fotos que El Gráfico se perdió: mujeres invisibilizadas que protagonizaron historias y que llevaban -como llevan las de ahora- en los botines revolución. El primer torneo de la Era Profesional será televisado por la señal TNT Sports, que transmitirá hasta cuatro partidos por fecha, y tendrá sponsors privados. Contará con 17 equipos -16 de Capital y Buenos Aires; y uno solo del Interior, Rosario Central- y comenzará el 21 de septiembre con un superclásico: Boca y River se enfrentarán en la primera fecha. Este campeonato marcará el fin de la rutina de Sísifo para las jugadoras: se terminó eso de empujar todo el tiempo el destrato para ser consideradas. De remar una y otra vez. En enero de este año, hace sólo ocho meses atrás, ‘Maca’ Sánchez denunció a la UAI Urquiza, su ex club (ahora jugará para San Lorenzo) y a la AFA. Pidió ser considerada trabajadora.

Puso el cuerpo, alzó la voz, dejó el debate en la mesa. Y trabajó para concretar un deseo colectivo: el del fútbol feminista, disidente y profesional. La mejor sociedad que tuvo el fútbol en el último tiempo es la que conformó con el feminismo: movilización en las calles y en las canchas, para que las jugadoras también conquistaran derechos. Vaya quiebre. Hoy hay consenso social: ya no es maldito que una mujer juegue al fútbol. Ya no tienen sentido las agresiones, perdieron valor.

Las futbolistas de ayer, hoy y mañana saben que los calificativos de «machona», «tortillera», «Raulito» o «marimacho» son palabras que no hieren a nadie. Y que el mayor daño es para la persona que las enuncia. La bronca mutó también todo eso. Hay consenso y ellas son libres. Podrán verlas por televisión: se rasparán las rodillas, harán goles de chilena, se lesionarán, tirarán caños, revolearán alguna patada de impotencia, llorarán de tristeza por una final perdida, se les caerán las lágrimas al ganar un campeonato. Y al perderlo también. Putearán. Saldrán campeonas, serán ídolas. En la historia figurará que en la primera fecha Platense jugará contra Racing, el SAT con El Porvenir, Villa San Carlos con Central; que Gimnasia recibirá a Huracán, que San Lorenzo visitará a Lanús, y que Estudiantes hará de local ante Defensores de Belgrano-UBA. Que la UAI Urquiza iniciará la defensa del título ante Independiente, y que Excursionistas inicia esta Era con fecha libre. La cronología dirá, para hacer justicia, que el motor de esta pelea que se inició hace más de un siglo fue también el deseo: el amor por un fútbol que también les pertenece. NR

Fuente consultada: Página12

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