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La historia de Oksana Chusovitina, la leyenda viva de la gimnasia artística que sigue compitiendo
La edad es solo un número para Oksana Chusovitina. Para quienes conocen su historia, es mucho más. Más allá de sus logros deportivos y su talento, su edad es lo que la hace única. Lo que la transformó, hace un tiempo ya, en una leyenda viva de la gimnasia artística. Y la razón por la que su nombre sigue despertando admiración, respeto y sana envidia entre sus colegas, como ocurrirá en Stuttgart, donde este viernes la uzbeca de 44 años debutará en su 17° Campeonato Mundial. En esa ciudad alemana estará cara a cara con rivales que ni siquiera habían nacido cuando ella comenzó a deslumbrar con sus movimientos a fines de la década del ’80 y escribirá otro capítulo de una carrera impresionante.
Sin embargo, no es solo su edad lo que llama la atención, sino también su vigencia. Porque Chusovitina sigue compitiendo en un alto nivel y subiéndose a podios internacionales. Y aunque con once medallas mundiales -un récord de nueve en salto, su aparato predilecto-, dos olímpicas y más de tres décadas en la elite podría darse por hecha, ella no se conforma y apunta bien alto. ¿Su próximo gran objetivo? Los Juegos de Tokio 2020, a los que llegaría con 45 años.
«Definitivamente quiero estar en Tokio. Es un sueño. Todavía me divierte mucho practicar gimnasia», aseguró el año pasado después de colgarse una plata en los Juegos Asiáticos. En ese torneo, perdió el oro por una décima de punto ante la surcoreana Yeo Seo-jeong, de apenas 16 años.
Nacida el 19 de junio de 1975 en Bukhara -por entonces una ciudad de la ex Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas- Chusovitina llamó la atención del mundo en 1991 cuando en su primera participación mundialista, en Indianápolis, se colgó tres medallas: los oros por equipos y en suelo y la plata en salto.
Al año siguiente, ganó el bronce en el Mundial de París y formó parte del equipo que se consagró campeón olímpico en Barcelona bajo la bandera del Equipo Unificado, nombre con el que la ex URSS se presentó en esa edición de los Juegos.
En 1993 comenzó a competir para Uzbekistán y representando a su país de nacimiento sumó otras cinco medallas mundiales en salto: la dorada en 2003; las plateadas en 2001 y 2005 y los bronces en 1993 y 2002. Cuatro de esas preseas las consiguió después del nacimiento de su hijo Alisher, en noviembre de 1999.
La maternidad marcó su carrera. Es que en 2002, cuando ella había comenzado a pensar en el retiro, su hijo fue diagnosticado de leucemia. Sin las instalaciones médicas necesarias en Uzbekistán, Chusovitina y su esposo, el luchador Bakhodir Kurbanov, se mudaron a Alemania, donde la comunidad gimnástica se movilizó para ayudarlos a juntar fondos para el tratamiento.
Ella siguió entrenando y compitiendo porque los premios en dinero que ganaba eran su principal sostén económico. «Si no compito, mi hijo no vivirá», aseguró en ese momento. Hoy, mientras Alisher goza de perfecta salud, recuerda con cariño todo el apoyo que recibió en ese país, al que le devolvió el «favor» como mejor sabe: con logros deportivos.
Es que en 2006 adoptó la bandera alemana y le regaló al país germano dos medallas mundiales, la plata en Tokio 2011 y el bronce en Aarhus 2006, y una olímpica, la plata en Beijing 2008, todas en salto. Su último torneo representando a Alemania fueron los Juegos de Londres 2012, en los que finalizó 11° en ese mismo aparato.
En la capital británica anunció el final de su carrera. Pero menos de 12 horas después, estaba de vuelta. «A la noche les dije a todos que me retiraba. A la mañana siguiente, cambié de opinión. Me desperté y pensé ‘No logré todo lo que quería lograr. Todavía puedo hacer más'», contó en la previa de Río 2016.
En tierras brasileñas -otra vez compitiendo para Uzbekistán- hizo historia. Se transformó en la única gimnasta en participar en siete citas olímpicas -récord que espera ampliar el próximo año- y la única en hacerlo bajo tres banderas diferentes.
Y además, en la gimnasta de mayor edad en disputar unos Juegos, con 41 años y dos meses. Terminó séptima en su aparato y hasta se dio el gusto de intentar el «Salto de la Muerte», un salto en el aire sobre dos manos, seguido de un doble mortal momentos antes de caer sobre sus dos piernas.
La maniobra -llamada «Podrunova», en honor a la rusa Yelena Podrunova que la introdujo en 1999- es considerada la más difícil de la gimnasia femenina. Solo cinco gimnastas la han intentado. Ni siquiera la sorprendente Simone Biles se anima a probarla. Chusovitina lo hizo. Aunque no le salió perfecta porque falló en la caída, fue una muestra más de su capacidad.
Sus logros van más allá de las medallas y los títulos. Oksana posee cinco movimientos que llevan su nombre en el reglamento de puntuación de la Federación Internacional. Y es la única gimnasta que ingresó al Salón de la Fama de la Gimnasia sin estar retirada, honor que recibió en 2017.
Incansable, desafía las leyes de la física y la lógica en un deporte que idealiza la flexibilidad y la elasticidad de los cuerpos adolescentes y para el que a los 22 años -edad que tiene Biles, la gran estrella de la última década- una gimnasta ya es «veterana».
¿Cuál es su secreto? Su primera respuesta a esa pregunta siempre causa gracia. «Mi madre. Ella es la única que no quería que me dedicara a esto. Quería demostrarle que estaba equivocada», comentó más de una vez entre risas.
Más en serio, explicó: «Tengo memoria muscular. Antes de cada salto, lo visualizo y lo hago». Es que tras años de experiencia y varias temporadas concentrada en su gran especialidad, sabe manejar a la perfección su cuerpo de 1,50 metro de altura y menos de 45 kilos. Así, contó, no necesita entrenar más de dos horas y media por día -bastante menos que sus jóvenes rivales-, con lo que previene lesiones importantes.
Con más de tres décadas de carrera, la uzbeca irá por más en Stuttgart. Aunque hoy sus objetivos no pasan por subirse a un podio -aunque compita para eso-, sino por ampliar su legado.
«Ya tengo mis medallas mundiales y olímpicas. La gente me va a recordar durante años por mi longevidad. Ya le di todo a la gimnasia. Solo puedo seguir dejándole mi pasión», afirmó Chusovitina, que sigue demostrado que, para ella, la edad es solo un número. Inoxidable.
Los argentinos y las chances de clasificar a Tokio
Argentina dirá presente en Stuttgart con ocho gimnastas, que más allá de buscar buenos resultados, irán a la caza de unos de los tan deseados boletos para los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 que pondrá en juego el certamen.
En la rama femenina competirá el equipo completo, integrado por Ayelén Tarabini, ex número uno del mundo en suelo y viga, Martina Dominici, Agustina Pisos, Luna Fernández y Abigail Magistrati. Ellas debutarán el sábado. En tanto, Federico Molinari, diploma olímpico en Londres 2012 y reciente bronce panamericano en Lima en anillas, Santiago Mayol y Daniel Villafañe serán los representantes en la rama masculina. El domingo disputarán la clasificación.
El torneo entregará varias plazas para la cita olímpica del próximo año. Por el lado de los equipos, clasificarán los nueve mejores de cada rama. Pensando en las chances de las argentinas, vale recordar que Estados Unidos, Rusia y China ya tienen sus lugares asegurados desde el Mundial de Doha 2018. Por el lado de las competencias individuales, el all around repartirá 12 cupos para los hombres y 20 para las mujeres. Y también irán a Tokio los medallistas de cada aparato. NR
Fuente consultada: Clarín