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Daniela Donadio: «Hay una euforia por la bicicleta, pero hay que aprovecharla ahora»

La visión de una experta.

La ex campeona sudamericana de ciclismo destaca la euforia por las dos ruedas y el deber de cumplir las leyes de tránsito.

De adolescente, Daniela Donadio tuvo que elegir entre ir a las fiestas de 15 o la bicicleta. “Si querés competir, hacelo seriamente”, le dijo su padre que, como su bisabuelo, su abuelo y sus dos hermanos, era ciclista profesional. En los diez años siguientes, Daniela fue siete veces campeona argentina, campeona sudamericana y subcampeona panamericana de ciclismo. A los 25, decidió alejarse del rigor del deporte de alto rendimiento. Desde entonces, fue chef en el velero de un millonario en el Mediterráneo, instructora de esquí en los Pirineos y, de regreso en el país, relacionista pública. Ella diseñó las bicicletas del bicing porteño, contó Clarín. Y ahora, a los 40, organiza bicicleteadas para el Gobierno de la Ciudad e impulsa la muestra Expo Bici.

¿Cómo te iniciaste en el ciclismo?

Siempre acompañé a papá a las carreras. Para mis 15, me regaló una bici italiana de ruta Francesco. Teníamos una quinta en Moreno y los fines de semana nos íbamos a entrenar por Gaona. Un día hice 5 km, otro 10 km y al año empecé a competir.

¿Es verdad que tu papá te dijo que si querías competir, no te quería ver transpirada?

Sí. Hace 25 años no estaba tan divulgado el ciclismo femenino. Eramos pocas chicas y la mayoría tenía aspecto masculino. Mi papá no quería que perdiera la femineidad. Los ciclistas se limpian la nariz con la mano, pero él me obligaba a ir con un pañuelo perfumado. Yo lo sacaba, me limpiaba y lo tenía que guardar en plena competencia.

¿Qué sacrificaste para competir?

Salir de noche, tomar alcohol. Pero no es resignar, sino elegir otro estilo de vida. Nunca me arrepentí. Lo único es que mis amigos fueron del deporte y no del colegio, adonde sólo iba a estudiar. Terminé 5° año con 23 amonestaciones, porque me escapaba antes para ir a entrenar con papá.

¿Usabas la bici como transporte?

Sí, iba en bici de mi casa en San Cristóbal al colegio Santa Rosa, en Bartolomé Mitre y Montevideo. Las monjas me pedían que la dejara en otro lado, porque era una mala influencia, porque si me veían los otros iban a querer ir en bici como yo.

¿Eran más peligrosas las calles porteñas?

A fines de los 80 eran mucho más peligrosas. Hoy no tenés peligro a nivel tránsito. Cambió mucho la cabeza del porteño, que integró a la bici como parte del tránsito.

¿Te parece que la consideran?

No les queda otra, porque se suben al auto y tienen una ciclovía que ocupa la mitad de la calle. Y hay avances. Antes las ciclovías estaban ocupadas por gente que paseaba los perros o caminaba y autos mal estacionados. Hoy hay algunos obstáculos, porque te ponen volquetes, pero por lo menos ya no ves gente que camina por una bicisenda.

¿Por qué el ciclista no respeta las normas?

El ciclista tiene que respetar las normas de tránsito. Si no respetás, no te respetan. Es cuestión de tiempo, igual nunca vamos a llegar a ver a todos parados en el semáforo. Nosotros somos así: el peatón cruza por la mitad de la calle, el automovilista frena sobre la senda peatonal. Siempre hay un apurado, en todos los medios de transporte.

¿Qué opinás de la red de ciclovías porteña?

Es de primer mundo. Cuando vas por una no tenés que estar en contacto con el resto del tránsito. El que se queja es porque no viajó y vio cómo son en otros lugares del mundo. En París son una línea pintada en el piso.

¿Hay un boom de la bicicleta?

Hay una euforia por la bicicleta, pero hay que aprovecharla ahora. Y el problema es que el año pasado y éste fueron los peores años del gremio por el cierre de la importación. Los fabricantes no pueden armar bicicletas porque les faltan los componentes importados y no tienen qué vender.

¿Cómo diseñaste las bicis de Ecobici?

Hubo un llamado a licitación y yo presenté dos proyectos, cada uno con una marca de bicicletas distinta. Ganó el que hice junto a Dal Santo. Diseñamos una bici muy fuerte, pesada, para que resista que la usen 15 personas en un día. Y pensamos en un color diferente. La gente cree que son amarillas, pero en realidad son verdes.

¿Qué les dirías a los porteños para que usen la bici como medio de transporte?

Yo vivo en Tigre y voy en mi camioneta hasta Palermo. Ahí la dejo y voy de reunión en reunión en una bicicleta plegable Musetta X Terra. Cuando vas a trabajar en bicicleta, encarás el día de otra manera, te sentís feliz. Y sos el dueño de tus tiempos, porque sabés a qué hora vas a llegar.