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Agustina Gorzelany, el gol de Las Leonas 

La jugadora de la selección argentina de hockey tiene muchos motivos por los cuales sentirse orgullosa. Pero los éxitos llegaron con mucho esfuerzo, el apoyo de una mamá que conoce las vueltas del deporte y un papá excombatiente de la guerra de Malvinas, con el que guarda una conexión muy especial

Agustina Gorzelany (27) fue elegida como una de las seis mejores jugadoras del mundo por la Federación International de Hockey (FIH) en 2022, y a pesar de tener una medalla plateada ganada en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, sueña con colgarse la de oro junto a sus compañeras de selección. “Gorze” comenzó en el hockey los seis años en el Club San Martín. Con el apoyo de su mamá, exjugadora de hockey, y su papá, veterano de Malvinas, se enfoca en los éxitos que vendrán, siempre pensando en los afectos que la acompañaron hasta acá. Tras meses de rehabilitación por una lesión en una de sus rodillas, la Leona actualmente disputa los Juegos Panamericanos de Santiago 2023 junto a la selección argentina de hockey.

–¿Qué guardás en el corazón?

–La verdad que muchas cosas. Guardo en mi corazón, y creo que eso me da la fuerza para salir adelante y seguir entrenando todos los días, a mi familia que me apoya, a mi mamá, que está ahí al pie de cañón. Mi vieja jugó al hockey toda su vida, imaginate. Yo de chiquita no quería jugar al hockey, quería hacer otro deporte, y ella se moría.

Arranqué a los seis, siete años y estaba fascinada, así que sí, mi mamá me introdujo al deporte. Guardo a mi viejo, que es excombatiente de Malvinas y todos los 2 de abril me largo a llorar. Pero cada vez que tengo la oportunidad de hablar con él y me cuenta un poco de su historia, es súper fascinante y emocionante porque está ahí para contarlo.

Hay algo que no se lo cuento a muchos, pero siempre que estoy en el córner para tirar, trato de correr los pensamientos negativos, las presiones; entonces pienso en mi perro, que falleció el año pasado, y tengo recuerdos lindos de él. En eso pienso antes de tirar.

–Es como que tu perro te da paz.

–Sí, tal cual. Me pongo a pensar en esas cosas, en los momentos vividos cuando venía y me daba besos en la cara. Y como decís vos, me da paz. Me da paz para poder, sin darme cuenta, agarrar y tirar, y por ahí termina en gol y por ahí no, pero está bueno. Es una manera de transformar los pensamientos.

–¿Sentís que esto de ser la primera tiradora te pesó, por ejemplo, en un Juego Olímpico?

–Por supuesto. Desde el primer momento que estábamos entrenando. Un día, en una charla, el Chapa [Carlos Retegui] dice: “Bueno, Gorze tira el primero”. Y pensás… bueno, me toca a mí. Cuando empezó a pasar, al principio fue un poco inconsciente, y después empezás a darte cuenta de que ya tenés un poco más de responsabilidad.

Una medalla de oro, otra de plata y dos de bronce para Argentina en los Panamericanos

–¿Son muy duras con vos misma?

–Sí, re. Recontra. Siempre siento que lo puedo hacer mejor, siempre. Me analizo bastante, me miro en los videos y bueno, siempre hay cosas para corregir. Obvio.

–¿Tu mamá te da consejos, te critica? ¿Cómo es?

–No sé si me aconseja, pero siempre hay un ida y vuelta, pero bien. Le gusta hablar de hockey, es alguien que entiende, con quien se puede hablar y está bueno. Siempre tenemos esa dinámica de qué opina del partido, cómo lo vio, si le gustó, si no le gustó. Tengo con quién charlar.

–Y tu viejo, ¿también te sigue a todos lados?

–Mi viejo me empezó a seguir un poco más de grande porque él no hizo deportes en equipo. Pero después comenzó a encontrarle el gustito, me empezó a ir a ver mucho más al club. Arrancó cuando yo debuté en primera y empezó a venir [a San Martín]. Después se sumó a verme al seleccionado, y siempre que pueden tratan de viajar y estar cerquita mío.

–¿Cómo fue la elección del número de camiseta y cómo se lo dijiste a tu papá?

–La realidad es que fue pura casualidad. Yo arranqué en el 2015, 2016 con el junior, en el Sub21 de Argentina. Preparándonos para ir al Panamericano Junior, nos entregan las camisetas y, de la nada, a mí me toca el #3. Aún no era consciente de lo que significaba. Pasaron los años, a mi viejo le devolvieron el casco… y esa es otra historia.

–Esa es una historia tremenda, tu viejo fue Malvinas…

–Cuando hay rendición en Malvinas, ellos entregan todas sus armas; como rendición tiran todo el piso, casco, armas, se suben al barco con los ingleses y las cosas quedan allá [en las islas]. La realidad es que un coleccionista inglés encontró el casco, lo compró y vio que tenía escrito el nombre de mi papá, Alejandro Gorzelany. Este hombre, escocés, lo busca por Facebook y lo contacta.

Esto fue hace tres o cuatro años. Un día, mi viejo tiene la oportunidad de viajar a Inglaterra, se encuentra con el nombre que le devuelve el casco y le entrega un montón de otras cosas de la guerra, como recuerdo. Ahora en casa tenemos una vitrina con todas esas cosas. El casco tenía un protector, una funda. Un día, mi vieja estaba mirando y dice: “Ale, ¿vos te diste cuenta que tu casco tiene el número tres?”. Tal vez fue el destino. Fue una locura, súper emocionante. Para mí tiene un valor inmenso. Como siempre digo, si mi viejo luchó para representar al país, ¿cómo yo no voy a dejar el alma dentro de la cancha?

–¿Una palabra para definir a tu papá y tu mamá?

–Luchadores. Los dos. En el 2001, cuando pasó todo lo que pasó en el país, prácticamente estábamos en la calle con mi familia, y ellos la lucharon para salir adelante con mi hermano y conmigo, que éramos dos bebés. Y bueno, ahí agradecida de la vida que me dieron y que me dan mis viejos. No me puedo quejar.

–¿Tenés algún recuerdo de esa etapa?

–Creo que fueron tan, tan protectores que nunca fui consciente de todo lo que pasó. Nos dieron todo. Se rompieron el alma para que mi hermano y yo tengamos todo. Y agradezco todo lo que hicieron.

–¿Qué significa ser Leona?

–Ser Leona representa un montón de cosas. Es ser perseverante, ser humilde, esforzarse, ser compañera. Para mí, así como les digo luchadores a mis viejos, también me lo atribuyo un poco.

–Está en el ADN.

–Y yo le dije a mi mamá, desde chiquita, cuando empecé a conocer un poco más de este mundo: “Yo quiero ser Leona”. Y mi mamá me dijo: “Bueno, vos querés eso, hay que laburar”.

–¿Cuál fue el momento más duro de ese recorrido?

–Lesionarte no está nada bueno, pero el momento más duro es que te digan que no. Cuando no quedás, cuando estás afuera, las cosas se vuelven cuesta arriba.

–¿Cuándo te dijeron que no?

–En el 2018 estaba entrenando para el Mundial y quedé afuera. Yo creí que entraba porque se habían charlado cosas con el entrenador sobre lo que había que mejorar, lo que me faltaba. Te juro que me re enfoqué para mejorar esos aspectos, pero bueno, son las reglas del juego. Vos estás ahí, esperando escuchar tu nombre, y no pasa. La verdad que fue duro, pero de todo se aprende.

–¿Tu mejor momento en las Leonas?

–Para mí, todavía, el mejor momento ya va a venir. Está por llegar.

–Me gusta esa mentalidad…

–Y sí, yo quiero ganarme la de oro.

–¿Cuál fue tu mayor apuesta? Puede ser en lo personal, puede ser en lo deportivo.

–Mantener el título de goleadora por largo tiempo.

–¿Jugás por la plata? ¿Por qué jugás?

–Por el orgullo, por la pasión que tengo. Por plata, nunca. Con el paso del tiempo, uno empieza a entender y a darse cuenta de lo que consigue; uno pelea y lucha, no para colgarse una medalla, sino para sentirse exitoso de que realmente las cosas por las que trabaja se logran de alguna manera u otra. Ya con el solo hecho de jugar un Juego Olímpico, para mí, eso es ser exitoso. Todo lo que me pasó el año pasado, de jugar un Mundial, de estar dentro de las tres mejores jugadoras del mundo, ser la goleadora… Para mí fue un año exitoso, increíble y que no me lo esperaba para nada. Y soy consciente de que trabajé un montón para llegar a eso.