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Por qué practicar arquería zen, técnica que combina espiritualidad y deporte
Por varias razones, los lugares de práctica se multiplican y cada vez tiene más adeptos, y entre ellos, muchas mujeres.
Detrás de esta actividad milenaria, que en nuestro país estaba un poco demodé desde su último auge en la década del 70, hay cada vez más adeptos, y entre ellos, muchas mujeres. En Buenos Aires, los lugares de práctica se multiplican y de a poco se vuelve una tendencia que combina espiritualidad y deporte.
¿Por qué? Hay varias razones. Como a otras actividades que estaban en las sombras, Internet y las redes sociales lo sacaron a la luz; películas, series y libros que, entre sus personajes, tienen arqueros o arqueras con un carisma cósmico también sumaron seguidores; y, como la estructura que requiere se monta con poco dinero, muchos clubes de barrio lo incorporaron a sus actividades. Pero quizá, por sobre todas las cosas, se esté haciendo más popular porque cada vez más personas descubren que es una herramienta que puede ayudar a trabajar con uno mismo. Y da bienestar.
La técnica requiere que quien la practica desarrolle una serie de habilidades que pueden redundar en su equilibrio emocional, bienestar psicofísico y armonía de cuerpo, mente y espíritu. Se puede hacer en interior o al aire libre, pueden practicarlo personas de todas las edades, con y sin discapacidad intelectual o motriz, incluidos los ciegos. Sus tres versiones actuales son la competición, la caza y la recreación. En esta última, podés encontrar talleres de meditación y tiro con arco, yoga y tiro con arco u otras versiones más lúdicas, como el tiro con arco sobre rollers o con pintura. Quienes lo practican desde hace tiempo dicen que soltar la cuerda y ver el vuelo de la flecha son momentos mágicos. Todo depende, dicen, de tu búsqueda.
Alta conexión
Uno de los rasgos de la arquería es la repetición de movimientos. Simplificadísima, la técnica consiste en posicionar el cuerpo de manera perpendicular a un blanco ubicado a unos diez metros, colocar las piernas en el ancho de tus hombros, respirar desde la panza, empuñar el arco, alzarlo a la altura de los hombros, estirar la cuerda, enfocar en la mira y dejar ir la flecha. Esto requiere conciencia de tu cuerpo: más que pensarlo, se siente.
Si sos de las que todavía no se enteraron de que también somos carne, huesos y músculos, esto te va a despertar. En microsegundos, vas a estar llevando tu atención a los pies, la cadera, los brazos, los hombros, los codos, las muñecas. También, a cada movimiento que hagas, a la tensión y a la relajación de tus músculos.
La cuestión está en que, durante la práctica, estés presente con todos tus sentidos conectándote con tu respiración, dejando ir los pensamientos que te distraen y las emociones negativas que te dicen que no lo vas a poder hacer. Cuanto más entendés su complejidad, más interesante se pone.
La repetición es un viaje en sí mismo. De a poco, vas a ir entrando en una suerte de ritual de recogimiento y de conexión con vos misma que, con tiempo y disciplina, finalmente puede llevarte a estados meditativos. Sin que te des cuenta, tal vez llegue un día en que, tirando flechas, te olvides de vos misma, de darle al blanco, de los pensamientos y las emociones, y sientas una unidad y una fluidez únicas.
¿Qué habilidades te aporta?
Equilibrás emociones. El enojo o el exceso de alegría afectan la fluidez del tiro, por eso necesitás estar conectada con tu arco, tu flecha y tu rutina de tiro. La respiración como herramienta, a su vez, va a ayudar a regularte emocionalmente.
Desarrollás la capacidad de estar en el presente, de hacer foco. Se tira una flecha a la vez. La flecha importante es la que estás tirando ahora mismo, no la anterior ni la que vendrá.
Sumás autoconocimiento. Porque esta actividad apela a una proyección interior: estar atenta a tu respiración, a tus emociones, a las manifestaciones del cuerpo.
Mejorás la confianza en vos misma. Cuando aquietás la mente de pensamientos negativos o improductivos, el famoso «no voy a poder hacerlo» se apaga. El logro no es dar en el blanco, es conectarte con el tiro en sí mismo, ir desprendiéndote de tu intención de hacerlo bien, para simplemente hacerlo. Así, naturalmente, el nivel de confianza se va afianzando.
Administrás mejor los pensamientos. El mejor momento de la práctica del tiro es ese en el que no se piensa, cuando no especulás con el logro, sino que te conectás con el hacer y con el sentir.
Reformulás la noción de «control». No se trata de querer controlar todos los movimientos, sino de «sentir» que la preparación de ese tiro y de esa flecha está en función de la respiración, del estar presente, del fluir.
Acrecentás tus niveles de tolerancia. Vas a aprender a esperar a que ese tiro fluido llegue, que, si la flecha no da en el blanco, hay que seguir trabajando con el equilibrio y no con el resultado de dar en el centro.
Aprendés a desprenderte del resultado, dejás ir. Cuando liberaste la cuerda, ya hiciste todo lo que podías hacer. Ahora, lo tenés que dejar ser.
¿Cuáles son los beneficios físicos que te da la práctica?
– Tonifica los músculos posturales de la espalda: trapecio, serrato, romboides y dorsales. Eso ayuda a que mantengamos en la diara una postura más erguida.
– Favorece la alineación del cuerpo.
– Equilibra la energía física y alinea todos los chakras.
– Mejora la coordinación y la motricidad fina.
– Ayuda a mantener una posición saludable de la cabeza.
– Lleva atención a las cervicales, porque el cuello tiene que estar relajado y alineado para dar en el blanco.
Dónde aprender
Club Halcón Peregrino, Godoy Cruz 1731, CABA.
Club Universitario de Arquería (CUDA), Ciudad Universitaria, CABA.
Arco y Campo, Sánchez de Bustamante 724, CABA.
Escuela de Tiro con Arco (ETCA), hay en Belgrano, Palermo y Caballito.
Escuela de Tiro con Arco ABC Otendor, Av. del Libertador 1031, Vicente López.
Fuente: Revista Ohlalá!