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Mika Takishima, la entrenadora más longeva de Japón: «Este sencillo hábito me ha hecho llegar a los 94 años»
Según el medio Nippon, Takishima empezó a hacer ejercicio a los 65 años y se convirtió en instructora de fitness a los 87.
Japón ocupa el primer puesto en esperanza de vida, según el ránking de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Según los informes, la esperanza media es de aproximadamente 84 años, ascendiendo hasta los 88 años para las mujeres y alrededor de los 81 para los hombres. Unas cifras que, lejos de ser simplemente informativas, han sido objeto de estudio durante décadas.
Según las investigaciones, son los hábitos los que más influyen en nuestra longevidad. En Japón, específicamente, los motivos principales que les hacen vivir más apuntan a múltiples factores: la alimentación tradicional, muy baja en grasas y rica en probióticos naturales; la actividad física a todas las edades; e incluso la mentalidad y los valores culturales.
Son los propios japoneses los que comparten sus costumbres, especialmente aquellos que superan la esperanza de vida y siguen disfrutando de un estilo de vida dinámico. Prueba de ello es Mika Takishima, una japonesa de 94 años que trabaja como entrenadora personal y es considerada como la instructora de fitness más longeva de Japón. Recientemente, ha revelado algunos de sus hábitos clave, entre ellos, desayunar probióticos como el natto y tomar una copa de vino antes de cenar.
Natto para desayunar
Según el medio Nippon, Takishima empezó a hacer ejercicio a los 65 años y se convirtió en instructora de fitness a los 87. Su vida encarna su filosofía de que la edad es solo un número y con ello trata de demostrar que nunca es tarde para tener una vida activa. La japonesa confesó que su día a día «es muy ajetreado» pero que hay un paso que jamás olvida: el natto para desayunar.
El natto es un alimento tradicional japonés elaborado a partir de soja fermentada con la bacteria Bacillus subtilis. Su historia se remonta a más de mil años y está profundamente arraigada en la cultura culinaria de Japón. Se cree que su origen data del período Heian (794-1185), cuando los guerreros samuráis transportaban soja envuelta en paja de arroz, lo que generaba una fermentación natural debido a la humedad y el calor.
Esta fermentación no solo preservaba los granos de soja, sino que también les da una textura pegajosa y un aroma fuerte, características distintivas del natto. Con el tiempo, este método de fermentación se perfeccionó y se convirtió en un alimento básico en la dieta japonesa, y uno de los elementos clave en su longevidad.
Un estudio a largo plazo llevado a cabo en Tokyo, Japón, reveló que los hombres y mujeres que comían todos los días soja fermentada, como el natto, veían reducido en un 10% el riesgo de morir por un accidente cerebrovascular o un ataque cardíaco.
Según explica Takishima al medio citado, «alrededor de las 7:00 está lista para un desayuno rico en proteínas y alimentos fermentados: caballa o salmón a la parrilla con natto, huevos, tofu, kimchi y pepinillos nukazuke». Esta comida puede variar; sin embargo, si hay algo que nunca se salta son «dos paquetes de natto», dice.
El consumo de natto en Japón es bastante común, especialmente como parte del desayuno. Se estima que alrededor del 62% de los japoneses disfrutan del natto y lo consumen regularmente y se debe, especialmente, a sus múltiples beneficios para la salud.
Durante el proceso de fermentación, la bacteria Bacillus subtilis produce enzimas y bacterias beneficiosas que favorecen la salud intestinal. Consumir natto de forma regular ayuda a equilibrar la microbiota intestinal, mejorando la digestión y fortaleciendo el sistema inmunológico. Una flora intestinal sana no solo facilita la absorción de nutrientes, sino que también está vinculada con la reducción de la inflamación y la prevención de enfermedades crónicas.
Además de sus propiedades probióticas, el natto es una excelente fuente de vitamina K2, un nutriente esencial para la salud ósea y cardiovascular. Esta vitamina ayuda a dirigir el calcio a los huesos y dientes en lugar de las arterias, lo que reduce el riesgo de osteoporosis y enfermedades cardiovasculares. Este es un factor clave en la longevidad de las mujeres japonesas, ya que una mejor salud ósea previene fracturas y mantiene la movilidad en la vejez.
Una porción, que ronda los 40 o 50 gramos, tiene los mismos niveles de vitamina K que la cantidad diaria establecida por el gobierno japonés para ayudar a prevenir la osteoporosis. También contiene vitamina B6 y vitamina E, que estimula la renovación celular y retarda el envejecimiento de la piel.
Una copa de vino antes de la cena
Además del natto, la japonesa confesó que «se da el gusto de tomar vino antes de preparar la cena». Aunque resulte sorprendente, esta costumbre es algo que ya descubrió el periodista Dan Buettner, quien investigó y viajó a las zonas con más centenarios del mundo, afirmando que beber entre una y dos copas de vino tinto al día puede tener efectos sorprendentes en la longevidad.
En muchos de estos lugares, es habitual el consumo diario de vino tinto. Según Buettner, el vino tinto, al ser una bebida rica en polifenoles, actúa como un potente antioxidante que ayuda a eliminar los radicales libres del cuerpo, reduciendo el riesgo de enfermedades crónicas.
Sin embargo, Takishima no se centra en solo una bebida y confiesa que le gusta «tanto el vino tinto como el blanco». Si bien el vino tinto es ligeramente más saludable que el blanco, el vino de color más claro generalmente tiene menos calorías, y cuando se consume con moderación, puede tener beneficios para el corazón.
El vino tinto es conocido por su alto contenido de resveratrol, un compuesto que tiene propiedades antiinflamatorias y antioxidantes. Este compuesto ha sido vinculado a una serie de beneficios para la salud, como la reducción de la inflamación, la protección cardiovascular y la mejora de la salud cerebral.
Según diversos estudios, el consumo moderado de vino tinto puede reducir el riesgo de enfermedades cardiovasculares, uno de los principales factores de mortalidad en todo el mundo. En particular, el vino tinto aumenta el colesterol HDL (el colesterol «bueno») y disminuye el LDL (colesterol «malo»), lo que favorece la circulación sanguínea y protege los vasos sanguíneos.
Además, se ha demostrado que el resveratrol ayuda a prevenir la formación de coágulos sanguíneos y mejora la flexibilidad de los vasos sanguíneos, lo que a su vez puede reducir el riesgo de sufrir un ataque cardíaco o un accidente cerebrovascular.
Es importante señalar que no todos los vinos tintos son iguales. Para obtener los beneficios de los polifenoles, Buettner recomienda beber vino de alta calidad y evitar aquellos que contienen aditivos o un contenido de azúcar elevado. Un vino tinto puro, bien fermentado y producido de forma artesanal, será más efectivo en cuanto a sus propiedades antioxidantes y antiinflamatorias.

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