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Liga Femenina Betplay Dimayor: el fútbol femenino arranca con fuerza el 2023

Tras un año glorioso pese al escaso apoyo, los dirigentes deportivos se comprometen a mejorar las condiciones de las futbolistas colombianas

El 2023 es el año de asegurar el respaldo al fútbol femenino en Colombia, dice Fernando Jaramillo, presidente de la Dimayor. “Definitivamente debemos romper ese círculo vicioso de falta de exposición, baja asistencia a los estadios y compromiso del sector privado con el fútbol femenino”, sostiene. El primer paso será la definición del calendario de la liga femenina del primer semestre, la cual se disputará entre enero y junio o entre febrero y septiembre. Hasta el momento hay 17 equipos confirmados. “Viene una liga profesional más consistente. Ya tenemos patrocinadores interesados y queremos apuntarle a que sea una liga un poco más larga”, añade Jaramillo.

La liga, que el presidente Gustavo Petro y su ministra del Deporte, María Isabel Urrutia se han comprometido a defender, será determinante para la preparación de las jugadoras de cara a la Copa Mundial que tendrá lugar del 20 de julio al 20 de agosto. Adicionalmente, Colombia será sede de la Copa Libertadores Femenina 2023, el torneo más importante de Sudamérica, entre el 5 y el 21 de octubre. La Conmebol anunció un incremento del 68% en los pagos que recibirán las participantes en esta edición. Los próximos eventos deportivos representan una nueva oportunidad para que el país lleve puesta la camiseta del fútbol femenino, aquel que con mayor voluntad de sus dirigentes seguirá haciendo historia.

Hasta ahora, el fútbol femenino ha suscitado apoyos y emociones efímeras. En 2022 las mujeres concedieron al país la alegría que se había quedado atrapada como un grito frustrado de gol, tras la eliminación de la selección masculina al mundial de Qatar en el mes de marzo. Los resultados positivos en las canchas llegaron gracias a las futbolistas que obtuvieron el cupo al mundial de Australia-Nueva Zelanda de este año y a los Juegos Olímpicos de París 2024, al conquistar el subcampeonato de la Copa América frente a Brasil en julio. Sin apoyo suficiente de la dirigencia deportiva, también lograron el segundo lugar en los sudamericanos sub-20 y sub-17, y por primera vez clasificaron a la final de un mundial en cualquier categoría, incluidas las de los hombres.

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Las más jóvenes fueron las autoras de la hazaña deportiva que reunió a millones de personas frente a las pantallas de televisión aquel miércoles 26 de octubre. Ante la pasión del partido que se disputaba contra Nigeria, en el Estado de Goa, al occidente de la India, hubo maestros de colegios que cedieron sus clases a la transmisión del encuentro. Cautivados por el talento de jugadoras como Linda Caicedo, goleadora destacada del campeonato, los alumnos estuvieron más concentrados que de costumbre. La historia esa mañana no se observaba en el tablero de un aula, sino en un campo de fútbol al otro lado del mundo. Las colombianas vencieron 5-6 a las africanas en el cobro de penaltis. La arquera Luisa Agudelo, con apenas 15 años, atajó el tiro de una de las rivales y cerró la victoria, haciendo estallar gritos y abrazos de celebración. La afición demostró que la euforia colectiva no distingue género en los estadios.

Cuatro días más tarde, la sub-17 enfrentó a España en la final mundialista en la ciudad de Navi Mumbai, con el apoyo nacional que se mantuvo sólido a más de 15.000 kilómetros de distancia. El encuentro terminó 1-0 a favor del equipo europeo que conservó el título de campeón. Colombia no alzó la copa, pero ratificó el mayor de sus triunfos: selló un año de gloria para el fútbol femenino que puede representar el inicio de un nuevo capítulo en su historia, sin más aplazamientos.

La trayectoria de las futbolistas colombianas, como en otros países, especialmente de América Latina, ha estado marcada por un trato desigual, sin salarios dignos, bajos reconocimientos económicos – muy por debajo de los equipos conformados por hombres – y una liga inestable. Esas realidades llevaron a la selección a levantar sus puños en señal de protesta en el debut de la Copa América frente a Paraguay, cuando interpretaban el himno nacional. Las “superpoderosas” se han abierto paso a pulso, mientras los dirigentes de la Federación Colombiana de Fútbol han permanecido indiferentes a las condiciones, pero atentos al elogio. El oportunismo le ha costado numerosas críticas a su presidente, Ramón Jesurún.