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La fanática de Leo Messi que sale a la cancha con una camiseta de PSG

La bielorrusa de 33 años y exnúmero 1 del ranking superó momentos personales difíciles y jugará las semifinales del Grand Slam por primera vez en una década

Victoria Azarenka alcanzó la cima del tenis en 2012. Con un estilo furioso y valiente, la bielorrusa ganó su primer Grand Slam, el Abierto de Australia, y repitió la conquista en el Melbourne Park una temporada más tarde (en 2013). Durante ese período, en tiempos glorioso de las hermanas Williams y Maria Sharapova, fue -a una escala menor- una de las dominadoras del circuito femenino. Se sostuvo en lo más alto. Vivió el día más feliz de su vida el 19 de diciembre de 2016, con el nacimiento de su hijo, Leo. Pero al poco tiempo se divorció de su marido (Billy McKeague), entró en una dramática batalla legal por la custodia del chico y se derrumbó anímica y deportivamente.

Dejó de competir con la frecuencia que una tenista de elite responde. Esos pocos partidos que jugó, en 2018, fueron cerca de California: la justicia había decidido que, hasta que no concluyeran los trámites de la separación, el pequeño Leo debía permanecer en Los Ángeles, la ciudad en la que sus padres habían fijado sus domicilios. Vika rechazó invitaciones a los torneos y fue perdiendo ranking. Terminó 2018 en el puesto 51°. Poco a poco, en la medida que los asuntos periféricos al tenis se fueron solucionando, fue acomodando su juego. Se la empezó a ver sonreír, acompañada por su hijo en los torneos. En 2019, en Monterrey, llegó a una final después de tres años. En 2020 ganó un título luego de cuatro temporadas (en Nueva York, el Western & Southern Open), regresó al Top 20 y finalizó como la 13ª del ranking. Tras la oscuridad, volvió a sentirse plena y, sin la continuidad de otros tiempos, otra vez se mostró peligrosa.

Los fríos números dicen que hoy, a los 33 años y siendo la 24a. del ranking, la jugadora nacida en Minsk volverá a disputar las semifinales del primer Grand Slam del calendario luego de una década. Derrotó a una de las máximas favoritas, a la estadounidense Jessica Pegula (3°), por 6-4 y 6-1, en la que fue su primera victoria frente a una Top 5 en un major desde las semifinales del US Open 2012 (vs. Sharapova) y se enfrentará por un lugar en la final del sábado a la campeona vigente de Wimbledon, la kazaka Elena Rybakina (25°). Si Vika lograra el trofeo Norman Brookes Challenge estaría superando una marca vigente desde la década del ‘40, cuando Nancye Wynne Bolton ganó Australia en 1940 y 1946, hasta aquí el mayor lapso de años entre un título y otro.

El éxito profesional no hizo que Azarenka (ganadora de 21 títulos y con más de US$ 34 millones en premios oficiales) viviera en una burbuja. Pasional y terrenal, siempre se caracterizó por mostrar sus sentimientos e involucrarse en distintas situaciones sociales. Lo hizo en los tiempos en los que estaba aturdida y prácticamente no podía jugar por el conflicto que mantenía con su expareja. Y lo hizo el año pasado, cuando la invasión bélica rusa a Ucrania también la puso en el centro de la escena, como a todos los jugadores de Belarús (un país aliado al gobierno de Vladimir Putin). Vika, que en los cuadros de los torneos aparece sin bandera (“castigo” que la ATP y la WTA les impuso a los jugadores rusos y bielorrusos), se quebró en medio de un partido en marzo pasado, en Indian Wells, sin algún motivo aparente. “Estoy desolada por las acciones en Ucrania. Es descorazonador ver cómo tanta gente inocente ha sido afectada y lo continúa siendo, afectada por la violencia”, confesó Azarenka, en línea con otros tenistas de Rusia y Belarús que se opusieron a la guerra iniciada desde el Kremlin.

“El miedo y la ansiedad van conectados, no existe uno sin el otro. En mi caso, cada vez que pisaba una cancha de tenis se despertaban estos dos sentimientos. Me sucedía en momentos de presión, en situaciones de mucho estrés”, revela Azarenka, más liberada. Pasó el tiempo de sufrir y de romper raquetas; recuperó la alegría de jugar. Pero, ¿cuál era la naturaleza de ese miedo que mencionó? “El miedo a fallar, básicamente. No poder hacer lo que quería. Inconscientemente, esto te impide lograr lo que querés. No me sentía cómoda y me asustó”, amplió Azarenka, ferviente admiradora de Lionel Messi desde hace más de una década.

“Messi te amo para siempre”, escribió la europea en su cuenta de Twitter el último 18 de diciembre, tras el título mundial de la selección en Qatar 2022. Fotografías de ella con la camiseta del seleccionado nacional, imágenes de sus uñas pintadas de celeste y blanco, y hasta mensajes dedicados al arquero Dibu Martínez (“Martínez you are a boss”) son parte de sus publicaciones. Durante este Abierto de Australia ingresa en los partidos con la camiseta de…, París Saint-Germain (tiene el mismo sponsor de indumentaria que el club francés donde actúa Messi, aunque su elección va más allá del contrato).

Sanguínea, en algún momento fue señalada por una porción de los fanáticos del tenis que entendían que a veces fingía lesiones para desconcentrar a sus rivales. Hoy, desde otro lado, Azarenka censura aquellos señalamientos (injustos, según dice) y hasta se solidariza con Novak Djokovic, que, en estas horas de Australia, jugando con un vendaje en el muslo izquierdo, dijo: “Nadie cuestiona las lesiones de otros, sólo las mías. Que sigan dudando los que quieran hacerlo. Cuando otros caen lesionados, son las víctimas, pero si se trata de mí, entonces estoy fingiendo. Me parece interesante… No necesito probar nada a nadie”.

“La gente decía que estaba haciendo trampa, que estaba fingiendo, que estaba tratando de hacer que mis oponentes perdieran la concentración -aseveró Azarenka, tras vencer a Pegula-. Es una tontería comparado con mi verdadero carácter. Pero tendrían que conocerme para saber eso. He escuchado tantas cosas negativas que la duda finalmente se ha instalado. Pero ahora no me importa. Cada vez tengo más confianza en mí mismo. Estoy en paz”. Se nota y lo derrama en el court.