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Jennifer Dahlgren y su lucha contra el bullying
La atleta de lanzamiento de martillo se confesó y habló sobre las agresiones que sufrió en la adolescencia y contó cómo se amigó con su cuerpo. «Si un hombre me decía ‘sos muy linda’, no lo creía».
La imagen de concentración, de fiereza en el impulso y el giro, y el grito en el lanzamiento, mientras el martillo vuela buscando su destino, a 65, 70 metros del punto de partida. Cuerpo fornido (1,80m y 106 kg) y gesto sonriente completan una pintura de la atleta de alta competencia Jennifer Dahlgren , que a los 31 años no ha perdido la pasión por lo que hace. Pero, ¿qué hay detrás de la deportista cuando abandona sus rutinas, sale de la jaula de competencia y es simplemente Jenny, la mujer?
Sus días transcurren entre hobbies, entre los que combina las artesanías, la pintura, la cocina, el crochet, el golf y el judo. «Mis amigos me dicen que venda lo que hago, como las macetitas, porque están buenas, pero soy de pensar que si a todo buscamos sacarle una moneda, la vida pierde su esencia. Prefiero tejer una bufanda para un amigo y que sepa que la hice pensando en él», afirma. Y añade: «En cambio, el libro de cuentos que tengo escrito para chicos me encantaría que se publique. Por eso, deseo que tenga un valor para una editorial. Si me dicen te vamos a publicar el libro pero no hay dinero no me importa, porque siento que gano millones».
La pelotita de golf vuela unas 100 yardas en el driving de parque Sarmiento, en una tarde primaveral. «La técnica no es 100% igual que la del martillo, pero tiene similitudes. Empecé a jugar hace casi dos meses y me entusiasmé. Está bueno porque le podés pegar a más de 100 pelotas en una hora. Me gusta sentir el golpe cuando le pego de lleno, mucho más que en el green. Todavía no tengo hándicap. Tal vez algún día me anime a competir», señala.
Dahlgren tiene mucho para contar. Como el origen de la idea sobre escribir un libro de cuentos. «En base a lo que me pasó en mi adolescencia, sentí que escribir es una buena oportunidad para intentar dejar un mensaje y transmitir los valores reales del deporte. Empecé en 2012 y lo tengo listo desde el año pasado. Por eso, primero hablé con la remera Laura Ábalo y le pregunté qué valores estaban buenos para transmitir de su deporte; me invitó a remar en el Tigre con la nadadora Pilar Geijo y me encantó. Lo mismo con Felipe Saucedo y la esgrima, quien me dio la idea sobre la máscara y el chico tímido. Y con la Peque [Paula] Pareto y el judo», señala. «Todos quieren leerlo y me lo piden. Me da un poco de vergüenza. Pero, a la vez, es una necesidad que pueda publicarse porque que me sirvió para hacer una terapia donde exterioricé cosas muy profundas», confiesa.
-¿Como cuáles?
-Hace unos años que me amigué con mi cuerpo. Nadie nace de un molde. Había cuestiones de autoestima y de mi cuerpo que no había resuelto como mujer. Y sintiéndome bien, todo resulta más fácil. El año pasado, como parte de mi preparación, bajé unos 15 kilos sin perder masa muscular.
-Hace poco hiciste mención a situaciones de bullying que viviste en tu adolescencia…
-Sí. Hacerlo me sirve para sacar todo lo que viví en esa etapa. Siento que estoy en el momento justo para contarlo y lo hago con naturalidad. Cuento lo que me pasó. Todo. Crecí y maduré. Es increíble que muchas personas después de una charla se me acerquen y me agradezcan. Es muy fuerte que un tercero al que no conocés le dé valor a una experiencia muy personal y profunda. Eso me inspira a querer compartirlo. Ahora se habla mucho de bullying. Creo que es el momento de contar lo que me pasó para mostrar que estas cosas horribles siguen pasando. Y creo que cada vez es peor y más cruel sólo por ser diferente.
-¿En qué te ves diferente?
-En la cuestión corporal. En realidad, todos somos diferentes y los deportistas somos tan diferentes como los demás. Cuando nos miramos al espejo hay cosas que nos gustaría cambiar o mejorar, pero lo más esencial para llegar a un estado de bienestar o felicidad plena es querer cambiar esas cosas a través del amor propio. Por suerte, como dije pude amigarme con mi cuerpo. A los 16 o 17 años me di cuenta de que era una herramienta increíble que me daba mucha ventaja deportiva.
Hace unos años, si un hombre venía y me decía «sos muy linda», no lo creía. Antes pensaba que eso era imposible. El peor bullying es el que nos hacemos a nosotros mismos
-¿Y cómo incidía esa forma de verte en tu contacto con los demás?
-Hace unos años, si un hombre venía y me decía «sos muy linda», no lo creía. Antes pensaba que eso era imposible. El peor bullying es el que nos hacemos a nosotros mismos. Las palabras y las acciones de los demás pueden lastimar, pero cuando esa semilla está adentro tuyo y vos la alimentás, todo se descontrola. Gracias a que tenía el deporte pude encarrilarme. Lo básico es entender que tenemos un solo cuerpo para vivir esta vida. He visto muchas deportistas decir que odiaban sus músculos porque no son femeninos. Si hasta me han preguntado qué se siente ser mujer en un deporte masculino.
-¿Y qué respondiste?
-Me sorprendió porque. ¿dónde está escrito eso? Los músculos y los callos son señales de esfuerzo y dedicación, nadie los puede comparar o regalar. Es algo que se sacrifica del cuerpo para llegar a un objetivo. Pensar que este deporte es masculino es una construcción de la sociedad de la que somos partícipes cuando lo aceptamos.
-Hablaste sobre lo que genera el bullying. ¿Pensás que es mucho más dañino en la etapa de adolescente?
-Hoy, a los 31 años, tengo otras herramientas para no hacerme cargo de esos comentarios negativos. Nadie está exento de la crueldad del otro. A los 14 años creo que fue la última vez que pesé menos de 100 kilos. Me encontré que con mi cuerpo y mi físico estar en el atletismo era una ventaja, pero en el colegio la pasaba mal. Había regresado al país después de muchos años en Estados Unidos y me había olvidado el castellano. Desde el primer día me decían «gorda», pero no tenía vocabulario para defenderme. En Estados Unidos jamás me había pasado algo así. Acá lo quieren hacer pasar por un chiste y te hacen dudar a vos. Lo mismo cuando me medían la espalda con una regla o dibujaban una heladera de dos puertas en el pizarrón y le ponían de nombre «Jenny». Me dolía mucho más porque no lo podía combatir ni verbalizar.
-¿Y cómo lo sobrellevaste?
-Ufff, no quería ir al colegio. En ese momento empezaba a lanzar el martillo. Entonces, durante el día la pasaba horrible y esperaba la tarde para ir a lanzar. Era una escapatoria porque, paradójicamente, en la jaula me sentía protegida.
Un nuevo sueño olímpico y el retiro en el horizonte
A los 31, y en plena preparación para sus 4os Juegos Olímpicos, Dahlgren admite: «Antes de Londres 2012 ni pensaba en el retiro. En Río, en cambio, va a estar rondando esa idea, pero voy a seguir entrenando hasta 2017 para ver si compito en el Mundial de Londres. Después veremos».
Esa cuestión de evaluar cuándo dejar la actividad no está relacionada solamente con la edad y los ciclos deportivos. «Es que el segundo gran sueño de mi vida es ser mamá. Si estuviera en pareja sería mucho más fácil poder comenzar a planificar el retiro, pero hoy por hoy no tengo un proyecto con alguien así que las opciones están más abiertas», dice con una sonrisa.
Tras sus experiencias en Atenas 2004 (43°, con 59,52 metros), Pekin 2008 (29°, con 66,35 metros) y Londres 2012 (no logró establecer una marca válida), Dahlgren y su entrenador, Marcelo Pugliese, diagramaron una preparación para llegar en su mejor momento a Río. El año pasado, con la ayuda de una nutricionista, Jenny bajó 15 kilos, sin perder masa muscular y aumentando sus valores de la fuerza.
Esta preparación y su eterno optimismo hacen que los 73,74 metros, logrados el 10 de abril de 2010 -su mejor marca personal-, y los 72,70 metros del Sudamericano de 2011, no sean una utopía para una experta lanzadora que quiere enterrar las lágrimas de Londres y dejar florecer una nueva esperanza olímpica..