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«Voy a nadar para mi»

Georgina Bardach cuenta que tras el bronce 2004 perdió la motivación. «Nada me llenaba y no podía tirarme a la pileta», dice. Tocó fondo en los Juegos del 2008; hoy se amigó con su deporte y quiere disfrutar.

Del cielo al infierno. Y otra vez al cielo. Así, metafóricamente, se puede resumir la carrera de Georgina Bardach. Y su vida… La cordobesa, hoy de 28 años, fue un talento precoz. Pero los resultados siempre fueron por delante de su madurez. “Con 14 años me encontré clasificada para el Mundial de mayores, a los 16 para un Juego Olímpico y llegué a Sydney con 17… Yo ni sabía para qué torneos nadaba. Pero en serio, eh… En varios lugares me enteré por mis compañeros de Selección. Yo descubrí lo que eran los Juegos en el 96, cuando en el colegio me mandaron a hacer un trabajo. Yo nunca soñé con nadar en los Juegos…”. Sentada en una silla, al lado de la pileta que amó y odió por igual, Bardach se abre ante Olé. Está en otra etapa de su vida, con las cosas claras, sin la presión de antes por los éxitos y con la idea de disfrutar…

-¿Pudiste disfrutar tus grandes momentos? -Sí, disfruté mucho los buenos y padecí mucho los malos.

-El top fue la medalla en Atenas. ¿Cuántas veces viste aquella carrera? -Sólo en el primer año y ahora, a veces. Pero no la vi nunca durante la crisis.

-Hoy la ves y decís… -Qué grosso (suspira)… Igual, yo la recuerdo distinta a como la veo.

-¿En qué sentido lo decís? -Fue la única vez que sentí que no podía hacer nada mejor, fue una sensación hermosa… Yo siempre salía de las pruebas sintiendo que me había faltado algo. Pero en Atenas no pude nadar mejor, de hecho nunca más nadé así…

-¿Cuánto te cambió la vida la medalla? -Me cambió mucho, para bien y para mal. Al principo no me gustó nada (se ríe). Yo soy tímida y mi familia, también. Mis hermanos, por caso, no quisieron salir más conmigo porque me paraban todos para fotos y autógrafos… Algunas cosas estuvieron buenas igual. No todo fue malo.

-A muchos deportistas les pasó que al tocar el cielo, con una medalla por caso, nunca más volvieron a recuperar la motivación. ¿Te pasó a vos? -Totalmente. Nunca fue lo mismo. Nadé la final del Mundial 2005 y los Panamerianos 2007, pero nada me pasó. Nada me motivaba.

-¿Qué sentías? -La nada misma. No me llenaba nada.

-¿No lo pudiste dar vuelta? -Recién cuando toqué fondo.

-¿No te ayudó el contexto? -A mi entrenador le pasó lo mismo… Tampoco me ayudó el déficit organizativo. Ibamos a los torneos sin uniforme o sin hoteles reservados. Antes no me preocupaba porque tenía una sola cosa en la cabeza. Cuando lo logré, todo se cayó… Siempre dije que cuando lograra una medalla, no iba a nadar más. Pero me encontré que la logré con 20 años…

-Eso te empezó a pasar en el 2005 y tocaste fondo en el 2008. ¿Cómo hiciste en esos tres años para entrenar? -Es que entrenarme me gustaba, pero no competir, no me daba nada. En 2007, en plena crisis, me cambié de entrenador, pero ya no podía entrenarme. Encima me puse de novia con un jugador de vóley que jugaba en Brasil ( NdeR: Leandro Concina) y tenía la cabeza en otra cosa. Era llegar a la práctica y pararme 40 minutos al borde de la pileta a juntar fuerzas para tirarme.

-Dijiste la palabra nada al menos cinco veces en minutos. Fue verdaderamente un martirio, como reconociste en Pekín. -Sí (risa nerviosa), un martirio. Cuando terminó todo, sentí un gran alivio…

-¿Intuías que te iría mal? -Claro, si hacía un año que casi no me entrenaba. Pero no podía ser tan cobarde de renunciar a un Juego.

-Saliste 37ª de 38, ¿te dio vergüenza? -Sí, vergüenza, de todo. Estaba muy mal.

-¿Te dolió lo que se dijo? -No sé qué se dijo, no vi nada. Me fui tres meses a España para no escuchar… Tampoco quería engancharme porque mucha gente opina sin saber.

-¿Qué consejos podrías dar para que otros no vivan lo mismo? -Yo dejé por un par de meses, luego arranqué muy tranquila y trabajé a full con un psicólogo (se ríe).

-¿Y cómo recuperaste la motivación? -Me saqué eso de que tenía que nadar por obligación. Lo volví a hacer por gusto. Y de a poco recuperé las ganas de competir y me encontré con Tato Mocagatta, que es muy exigente y me ayudó.

-¿Qué vas a buscar a los Juegos de Londres? -Voy a nadar para mí.

-¿Algún resultado? -No, sólo quiero disfrutar.

-¿Objetivo de tiempos o puestos? -Mejorar mi tiempo de clasificación, por ejemplo. Soy realista. Me da tranquilidad que estuve entrenándome mejor que antes.

-Leí una frase que das como consejo: “Sean felices con lo que hacen”. ¿Vos has podido serlo? -Ahora sí, en una época no. Fui feliz de chica, llegué, toqué el cielo y perdí las ganas… Pero pude recuperarlas a tiempo y haciendo lo que me gusta. Menos mal que no me retiré… Mi psicólogo me ayudó a trabajar eso, a no estar peleada con algo que me dio tanto. Yo, por años, me encerré en un resultado chiquitito… Pero hoy puedo decir que soy feliz con lo que hago, con la natación y en mi vida. Estoy en paz. Y nunca voy a dejar de ser una medallista olímpica. Eso no me lo quita nadie.

Por Julián Mozo ( Ole )

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