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Yanina Martínez, atleta rosarina de oro y ejemplo de superación
Brazos al viento, una sonrisa plena para la cámara y un brinco de felicidad. La foto que retrató a Yanina Martínez triunfando en los 100 metros T36 de los Juegos Paralímpicos de Río 2016 resumió el momento más emotivo en la historia del deporte paralímpico argentino. Un logro inolvidable de una chica con parálisis cerebral que dejó atrás 20 años de sequía dorada en el paralimpismo nacional.
Pasaron tres años de aquella hazaña y la rosarina no se cansa de correr ni de ganar: en los Juegos Parapanamericanos de Lima 2019 se impuso tanto en los 100 metros como en los 200, en una categoría orientada para atletas con una cuadriplejia moderada. A los 25 despliega su técnica innata, pero incluso mejorada: es una ardilla veloz, de arranque fenomenal, que no duda en rematar cada carrera con autoridad y decisión. Cuando cruza la meta sonríe con la paz de un ángel, pero segundos antes, durante su estampida, se muestra como un demonio imparable y decidido. Ahora, Yanina se despide de Lima con la alegría del deber cumplido y el agradecimiento del buen trato que recibió de los peruanos.
«Voy, corro y listo». Con esa pasmosa sencillez, Yanina explica cómo hace lo que hace. Cuando era una nena apenas podía caminar y ahora completa 100 metros en menos de 15 segundos. Los problemas motrices e intelectuales fueron disminuyendo en la medida que se involucró en el deporte. Antes se expresaba casi solo con gestos y sonrisas, pero con el atletismo mejoró el habla, se estilizó y logró una mayor independencia. Adquirió el hábito de preparar sus cosas, como armar el bolso antes de cada torneo. «Para nosotros nunca fue la pobrecita que se tenía que quedar en casa«, reveló alguna vez su hermano Javier.
Para ella, el atletismo resultó en un principio una recreación saludable para hacer amigos. Años después, lo llevó a otra dimensión: se convirtió en la actividad central de su vida. Esta historia de superación empezó a forjarse hace 11 años, en el club Echesortu de Rosario, junto a su entrenador Martín Arroyo. Yanina probó primero con la natación y después se inclinó a las pistas de atletismo. Los dos crecieron juntos: Arroyo como coach, cuando era un estudiante de educación física de 21 años, y Martínez como una atleta inquieta y abierta a nuevas enseñanzas. Luego mudaron los entrenamientos al club Río Negro, también en Rosario. El equipo de Martínez fue completándose con una psicóloga, una psicopedagoga y la kinesióloga, un poco también para que ella pudiera actuar en grandes escenarios sin sentir tantas presiones por la presencia de público.
De aquel incentivo de Arroyo para su pupila, a la que hacía jugar con pelotas y la motivaba a correr distancias cortas, afloró en 2010 una atleta de alto nivel, con una llamativa dedicación y contracción al trabajo. Y esa conexión trajo los primeros resultados resonantes con dos medallas de plata en los Juegos Parapanamericanos en Guadalajara 2011. Al año siguiente, con 18, debutó en los Juegos Paralímpicos de Londres 2012. Se adjudicó dos medallas de oro en los Juegos Parapanamericanos de Toronto y también triunfó en las pruebas de 100 y 200 metros en el Grand Prix de Berlín de 2016. Agregó una plateada en el Mundial de Londres 2017, hasta llegar hasta estas consagraciones en tierra limeña.
Pero no todo fue color de rosas en la trayectoria de Yanina. En febrero de 2017 le interrumpieron el cobro de una pensión por discapacidad que alcanzaba los 4300 pesos; en su momento, el suyo fue uno de los 70 mil casos entre los discapacitados que padecieron la quita de este beneficio por invalidez. La justificación que entonces le dieron a la madre de Yanina, Claudia Chávez, fue que la atleta paralímpica había comenzado a facturar como monotributista. Sucedió que desde aquel año sumó su único sponsor: Banco Provincia.
En realidad, según informó La Nación en aquel entonces, sólo era posible que le restringieran la asignación en caso de que comenzara a trabajar en blanco. Y sería sólo una suspensión, no una quita. Finalmente, el 14 de junio de aquel año le restituyeron el monto, apenas tres semanas antes del Mundial de Atletismo en Londres. Pero lógicamente, el hecho de haber tomado notoriedad colaboró decididamente para que recuperara el beneficio: «Al ser conocida hicieron el cambio enseguida. Ahora, lo que pasa con el Mundial de Atletismo es que se está informando un montón, y en otros mundiales nada fue público», explicaba en su momento la madre de la atleta.
Claudia siempre fue un sostén fundamental en la vida de Yanina, tanto como el entrenador Martín Arroyo en la faceta deportiva. Los dos se cruzaron hace 14 años: «No esperábamos nada, nosotras. No conocíamos lo que eran las federaciones ni el Cenard. Si no lo hubiéramos conocido a Martín, Yani no habría llegado adonde llegó. Finalmente logramos que él pudiera viajar a los torneos. Y estamos muy contentos porque Yani se merece tener a su entrenador siempre a su lado», rememora la madre.
La chica siempre mantuvo una rutina: desde el barrio de Belgrano, en Rosario, el viaje en el colectivo K hasta Mendoza y Caferata, para luego hacer la combinación con la línea 113 y llegar a su lugar de entrenamiento en el estadio de atletismo. Una hora de viaje para ir y otra para volver. Una práctica que repitió durante 14 años. Con una diferencia en el transcurso del tiempo: los chóferes empezaron a pedirle fotos gracias a su exposición pública, tanto por su gesta en Río 2016 como por su problema de la quita de la pensión por invalidez.
La iniciación a la educación física fue su primer paso, y paralelamente se buscó trabajar en las coordinaciones finas, que son las que se ven afectadas en los cuadros de parálisis cerebral, que ataca el sistema nervioso central. Luego de una tarea a lo largo de muchas temporadas pudo corregir la postura y el equilibrio, lo que colaboró decididamente para mejorar la calidad de los ejercicios y su forma de correr.
Fueron muchos años de esfuerzo, entrenamiento e ilusiones, paralelamente con la lucha burocrática de su madre respecto de la restitución de la pensión. Cuentan que en estos últimos días, en la Villa Parapanamericana, disfrutó mucho con la comida y el buen ambiente con sus compañeros. Lagrimeó cuando escuchó el himno argentino arriba del podio y no dejó de juguetear con sus dos piezas de oro, que se guardarán en su tesoro deportivo en su hogar de Rosario. «Lima 2019 va a quedar en mi corazón. Estoy muy feliz con las dos medallas, que las quiero dedicar a mi mamá y a mi entrenador que los quiero mucho», subrayó la campeona.
Acerca de la vivencia de su dirigida, Arroyo comentó: «Yanina deseaba mucho estar en Lima 2019, ya que lo considera un certamen muy lindo y, por eso, se preparó con esfuerzo, demostrando, además, un amor extraordinario por el atletismo. Han sido muchos años de trabajo arduo, que desde Guadalajara 2011 viene dando logros y estamos muy contentos».
El desafío a lo imposible. La entrega en la pista sin concesiones. El cosquilleo de la competencia y la vara cada vez más alta en su afán de superación. De ese combo de búsquedas y sensaciones florece la mejor versión de Yanina, que antes de apuntarle a los Juegos Olímpicos de Tokio para defender el título encarará en noviembre próximo el Mundial de Dubai. NR
Fuente consultada: La Nación